Es posible que la cesárea no fuera la idea que teníamos en mente para dar a luz a nuestro hijo, pero tenemos que confiar en el criterio del obstetra, quien la indicará en caso de que no sea posible un parto vaginal o de que éste suponga un riesgo para la mamá o el bebé, entre otros casos.
Entre los motivos a tener en cuenta relacionados con la madre, se encuentran la eclampsia y la preeclampsia, la diabetes gestacional, la placenta previa, una pelvis demasiado estrecha, algunas enfermedades concretas o tener dos o más cesáreas anteriores.
Respecto al bebé, suele indicarse en algunos partos gemelares y siempre en los de trillizos, en caso de que el bebé esté mal colocado (sobre todo transversalmente) y en caso de bebés por encima de 4,5 kilogramos.
Por otro lado, también existe la posibilidad de que lo que empieza como un parto acabe con una cesárea de urgencia por la aparición de algunos problemas como la desproporción pélvico-fetal, que no avance la fase de dilatación o el expulsivo, desprendimiento de placenta, prolapso del cordón, sufrimiento fetal o inducción fallida del parto.
Sea cual sea nuestro caso, el obstetra nos explicará los motivos para programar esta intervención así como las pautas a seguir, por ejemplo, si debemos ir en ayunas al hospital. Es el momento de resolver las dudas que tengamos para afrontar el momento con la mayor tranquilidad posible.
CÓMO SE DESARROLLA
Saber cuándo va a nacer nuestro bebé resulta tranquilizador en algunos aspectos, además de que nos permite organizarnos. Por otro lado, es posible que ante la inminente intervención estemos más nerviosas y nos cueste descansar, ya que el quirófano siempre impone.
Cuando llegue el momento, lo primero es poner un gotero y rasurar la parte superior del vello púbico. Tras esto, se administra la analgesia, generalmente la epidural. Algunos casos muy específicos requerirán anestesia general.
Una vez estemos preparadas, dará comienzo la intervención que suele durar alrededor de una hora. Por lo general, en quirófano no suele permitirse la entrada al padre.
LA RECUPERACIÓN
La mayor desventaja de la cesárea frente al parto vaginal es que su recuperación suele ser más lenta, comenzando por permanecer unos cuatro días en el hospital en vez de dos. También se considera más incómoda, ya que se trata de una cirugía. Cada mujer es distinta y, bien es cierto, que muchas se recuperan muy bien de esta intervención.
Cuando vaya remitiendo el efecto de la anestesia, nos administrarán calmantes por el gotero. Si sentimos dolor se lo comunicaremos a las enfermeras.
En unas cuatro horas podríamos empezar a tomar líquidos, para continuar progresivamente con una dieta blanda y luego sólida, siempre y cuando quede probada la tolerancia.
A las 24 horas de la intervención, nos pedirán que intentemos levantarnos y movernos, para evitar complicaciones circulatorias. Si nos cuesta andar, intentaremos los cambios de postura tan frecuentemente como nos sea posible.
La primera vez que nos levantemos, nos supondrá un gran esfuerzo. Una enfermera nos ayudará a la vez que nos explicará cómo debemos hacerlo; no lo intentaremos solas, ya que podríamos marearnos.
Las enfermeras nos limpiarán y vigilarán la herida. En caso de que los puntos no sean reabsorbibles, nos los quitarán pasados unos siete días, lo mismo que en el caso de tener grapas.
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El diario del bebé